Qué duelamos cuando duelamos.
La palabra duelo remite por lo general a dos acepciones: entender el duelo como un enfrentamiento entre dos personas y entender el duelo como proveniente del dolor producto de la pérdida. Ambos significados se aplican al duelo del cual voy a hablar hoy, un duelo que es lucha entre dos, lucha de uno con uno mismo, y dolor símil la muerte que aparece cuando tenemos que afrontar las etapas de la pérdida.
Casualmente en estos últimos dos meses he visto como mi entorno se despide de cosas, personas, sueños, metas, trabajos y objetivos; e incluso cómo culminan etapas de sus vidas que representan un comenzar otra era y dejar un poco atrás, como vivir en otros países, terminar una carrera universitaria y recibir la tan esperada jubilación después de años de trabajo. Casualmente me ha tocado despedirme de personas, sueños, metas, trabajos y objetivos en lo que va del año, un año que al menos en mi caso me ha sorprendido con los cambios más repentinos. Cambios que me están sacudiendo, que por momentos no entiendo pero que están transformando la persona que soy para dar paso a una nueva.
Hoy la duda me lleva a sobrepensar el desapego obligado que requiere enfrentar un duelo emocional (sea cual sea el suceso perdido). Muchos duelos suceden a la vez entre la gente que quiero, todos al mismo tiempo, por diferentes motivos, pero que en parte comparten características. Hoy mientras paso por otro duelo de tantos que existen (duelos que nos recuerdan que estamos vivos) ,hoy decidí escribir sobre aquello que duelamos cuando duelamos.
Duelar es despedirse de uno mismo, no de otro. Particularmente cuando me topé de sorpresa y por tercera vez con la experiencia de la separación de ese otro, con ingenuidad pensé que esta vez no iba a doler tanto como las demás, que a medida que pasa el tiempo y se acumulan los adioses, una se vuelve impermeable al dolor. Me equivoqué por supuesto. Al mismo tiempo que pasan los primeros días la mente tiende a engrandecer la imagen del objeto perdido, desarrollamos la capacidad de dividir los pensamientos en dos para seguir con la rutina del día a día y a su vez recurrir a recuerdos o ideas abstractas de esa cosa que ya no está. Mecanismo que resulta desgastante para la cabeza sobre todo cuando durante la noche los espasmos de la ausencia deciden despertarnos a las 3am para recordarnos que nada va a volver a ser lo de antes y que aquellas experiencias se borran lentamente en el pasado.
Duelar es achicar progresivamente un fantasma para que nazca un recuerdo, (parafraseando a Rolón) es una guerra con nuestro ego que teme ser olvidado. En medio de un duelo extraño con agonía las cosas que no fueron, los planes que no se hicieron, las ideas que no dije, los sentimientos reprimidos. Me aferró a las cosas malas para olvidar más rápido, pero cuanto más odio pretendo, más cariño me hace pensar en ese alguien que ahora es un concepto. El tiempo se vuelve un suceso memorial en el cual queda congelada la pintura de quien un día amamos, la idea de alguien muere en la ruptura y la evocamos con la ropa que llevaba puesta el ultimo día que lo vimos, su corte de pelo, su voz triste y sus ojos cansados. Por eso resulta tan abrupto cruzarse con el concepto por la calle, no lo reconocemos, no lo sentimos propio, parecen una mentira todas las verdades que compartieron a la par. Duelar es procesar el cambio de rol.
Las personas que te rodean insisten en aplicar frases cliché sobre el tiempo curando todo, el trabajo del amor propio, la importancia de hacer listas de pros y contras, de empezar cerámica, de recurrir a rituales de sanación espiritual, ver videos de psicólogos faranduleros, y vos solo querés terminar con ese dolor lo antes posible y que dejen de suavizar la realidad con palabras de autoayuda. Pero, cuando pasas los escalones de la tortura emocional, te das cuenta de que tienen toda la razón del mundo. Nadie muere de desamor, tampoco nos olvidamos, creo que no es necesario olvidarse de algo, solo hay que lograr que poco a poco vacié nuestros hábitos y nuestro raciocinio para llenarlos de otras cosas; y progresivamente llegar a la etapa en la que el recuerdo es ternura y no melancolía.
¿Qué extrañamos? La ilusión de volver a sentir algo, la costumbre, la comodidad, los comportamientos de nuestro sistema nervioso, la idea del desconocimiento absoluto, el hecho de que nos olviden fácilmente. Extrañar es temer y temer es reactivar los sentidos para llevar a cabo acciones nuevas. El miedo es una salida, un llamado para construir algo nuevo. No soy ni un gramo de la persona que era hace dos meses, eso me encanta. Evolucionamos por ruptura. Evolucionamos cuando entendemos que todo se rompe constantemente.
Elegí escribir un domingo como símbolo de lucha contra la nostalgia que nos atraviesa el primer día de la semana. Pequeños duelos diarios se van resolviendo y surgiendo de forma pareja. Hoy me siento angustiada por las emociones que me invaden, no las reconozco pero las interpreto y acepto. La radio de fondo indica que es la hora del cupo de tristeza diaria de la tarde que decido pasar sin reprimir, dejando que el llanto me abrace. Me duele ver como me voy de mi. Duelar es una lucha con uno mismo, con una versión agotada y un rediseño nuevo mejorado que en un futuro inevitablemente también se va a marchar. No duelamos a otro, nos duelamos por dentro con la dolencia que implica renunciar a un yo que ya se estaba acostumbrando tranquilo a conformarnos.
Experimentamos ira, enojo, tristeza, ansiedad, confusión, miedo; que en algún momento dan por resultado la aceptación del objeto perdido para dar lugar a la concordia y conciliación entre ambas Isas que coinciden en la conciencia del cambio para el avance. Me tengo que ir de mi porque ya no encuentro en esta noción pertenencia ni tranquilidad. Me voy a extrañar y a los protagonistas de mi duelo sin caer en la aflicción fantasiosa del pasado. Si me cruzo con los fantasmas por la calle, una parte va a reconocerlos, otra a perdonarlos e incluso una va a agradecer.
La tristeza del domingo va a terminar inevitablemente y voy a tener que escribir sobre otros días y en otros pigmentos. No quiero quedarme acá para siempre: el estancamiento es un estado tentador ideal para no sufrir. Yo quiero sentir.
No me puedo quedar en un duelo eterno pero si en luchas sucesivas mínimas con la convivencia de los restos viejos de duelos pasados y las nuevas partes que quieren surgir.
Si, empecé cerámica. Si, me corté el pelo. Si, vi videos de Rolón. Si, lloré muchísimo en la ducha. Si, extrañé nociones y personas. Si, luché para no buscar esas nociones y personas. Si, me enojé por lo que no pudo ser. Si, dije que iba a meditar. Si, arranqué actividad física. Si, me refugie en la facultad. Si, elimine los espectros de la superficialidad de las redes sociales. Si, busqué consuelo en mis amigas que están igual de rotas que yo (o en construcción). Si, tuve días de mucha energía y días que no me quise levantar de la cama. Si, pero hasta acá llega mi duelo. Espero el próximo con el sosiego de la resolución.
Isabella Brosio.
Te amo isa sos mi ídola
ResponderBorrarte amo amiga, gracias por el apoyo
BorrarIsa, gracias por compartir esta belleza de reflexión!! Sos muy valiente al hacerlo y te admiro ❤️🩹
ResponderBorrarMuchas gracias, y gracias por leerme !!!
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