Atar y soltar a los 20.

 



Hay días que se viven desde afuera, sin protagonismo y con sorpresa constante. Hoy escribo siendo las 21 horas de un lunes cualquiera, o que empezó como uno, con mi pijama infantil, música de los 80 de fondo, casi fingiendo ser Carrie en Sex and the city sin cigarrillos ni departamento propio, dramatizando una columna inexistente pero necesaria. Hoy fue uno de esos días. 

La sensación se asemeja a estar en una habitación con dos personas desconocidas pero conocidas entre si, uno observa, escucha y se apropia del lugar de mal tercio. Un día entero como observador de los hechos. ¿será que son cosas que siempre están ahí, pero pierdo el tiempo protagonizando mi propia vida? ¿Son detalles del día novedosos, o solo lo son para mí?. Vuelvo a escribir después de casi un año, quizás fue una pausa para encontrar historias. 

La pregunta que me persigue hoy gira en torno a la monotonía y estabilidad de los vínculos a los 20', ¿existe tal aspiración de sostener algo o construir algo con firmeza en un momento de la vida que ni siquiera sabemos quienes somos nosotros mismos? Por qué si no buscamos apego eterno nos desorientamos ante el primer signo de apertura a la libertad del otro. Dicho en otras palabras: si no busco nada serio con proyección a futuro, por qué de igual forma me desespero cuando siento que puedo perder ese vínculo. 

Quizás son la cultura y la crianza quienes mandan constantemente y desde temprana edad a buscar algo sólido en las relaciones, a pensar en la casa, el perro, los hijos y las vacaciones en Mar del Plata al momento de conectar con alguien; dejando obsoletas las características más enriquecedoras del compartir. Tengo la idea rondando en mi cabeza constantemente de que los 20' son la edad del descubrimiento del yo propio, personalmente de la proyección individual de metas a largo y corto plazo. 

En un insistente esfuerzo de repensar las cosas llego siempre a la conclusión de que ,hoy es difícil verse construyendo una vida con alguien cuando todavía queda tanto por vivir y experimentar en soledad. En la teoría suena maravilloso crear lazos abiertos de experimentación y a su vez acompañamiento; el dilema se presenta en la práctica cuando aquellos mandatos que nos forjaron aparecen para decirnos que el otro es de nuestra posesión, ¿es posible romper con eso? 

Encontrar un balance entre lo que deseo y lo que el mundo me exige o realizar una pausa en los sentimientos hasta que sea la década donde busco solidez, pienso que es posible. Requiere de una ruptura de mente compleja y entender que podemos ser y estar al lado de alguien mientras se construye y nos construimos, sin un nosotros pero a la par. Visto desde la actualidad afirmo con miedo que es esta la era para vivir con intensidad, porque si no es ahora, nos puede atrapar en un otoño cualquiera cuando tengamos 50 años, menos ganas, energías y más responsabilidades.  

Existe lo que se ha dado a conocer como la crisis del cuarto de vida, y quienes entramos en este grupo vamos a coincidir en la confusión que representa ser adultos chiquitos con responsabilidades y a la vez pseudo dependientes ¿A dónde vamos? Es una batalla constante que en parte es nuestra y en parte de la sociedad que nos demanda ser alguien ya, de inmediato y para siempre. Vivimos en el guión de una película, vacío de palabras y que cada vez nos cuesta más escribir, llenar, motivar, adornar y al mismo tiempo soportar la incertidumbre. Ni hablar del desgaste que nos genera el contexto social, económico, político, etc. Pensar sin distracción en lo que deberíamos estar siendo y haciendo, en cómo nos vinculamos, en la seriedad de las relaciones, nos puede frenar en el disfrute de los veintes culpa del malestar por el futuro. 

Quizás sea la década del egoísmo o de la prioridad. Trabajamos en moldearnos con paciencia para lo que un día vamos a ser. Creo que la frase que repito más últimamente es ‘’estoy muy cansada’’ y la verdad estoy cansada de estar cansada por lo que será mi vida o sintiendo insatisfacción por lo que es. Una idea común y repetida entre la gente que me rodea. 

Soltar y atar en los 20 es un ejercicio, es atravesar una crisis con fecha de vencimiento incierta. ¿Qué nos depara una vez que termine? Me gusta imaginar que los 20 son una corbata que aprieta y ata hasta que nos decidimos a soltarla, que regulamos según el día y las ganas de respirar mejor. Siento mis 22 como un nudo en la garganta, que desaparece en cada paréntesis inesperado que me recuerda que la vida es a su tiempo y es aprendizaje; que en cada década algo de movimiento e inestabilidad existe y que seguramente extrañe con ternura los años en los que habito hoy ¿No es también sentirse vivo permanecer en la duda?


Isabella Brosio

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