Autos rojos y otras señales.

 


    Entre nueve grados centígrados con sensación térmica de cero, caminaba por la calle divagando entre pensamientos incoherentes como de costumbre, distraída y en ausencia del presente. En frente mío estaba ella. Una carta de mazo español medio húmeda por el barro y el invierno. Normalmente no suelo agarrar cosas del piso pero no todos los días aparecen señales como estas. 

    Cuando di vuelta el pequeño cartón con sus esquinas rotas, descubrí en su dorso un comodín. Rápidamente busqué en internet ́ ́que significa encontrar un comodín en la calle.´´

    Señales, durante mi corta vida siempre he buscado señales y respuestas a las cosas más insignificantes. Automáticamente me acorde de la primera vez que me rompieron el corazón en la adolescencia, también en la calle, optaba por la señal del universo que quería ante mi: si en el lapso de 5 segundos pasaba un auto rojo era síntoma de que por algún extraño motivo creado por mi mente, tenía que buscar y caer nuevamente en las manos de la persona que tan destrozados había dejado mis sentidos. Lo peor de todo, es que creía fielmente en esas señales de autocreación y seguía las normas de ella. Sin dejar de lado que el 80% de los autos son rojos, solo era una autojustificación para la cagada que me estaba por mandar. También en otras situaciones de limbo, observaba pacientemente los focos de mi casa esperando a que alguno se quemara, en el caso de suceder, debía por supuesto llevar a cabo otra acción deteriorante.  

    Otro evento al que presto mucha atención son mis sueños. Soñar repetidamente con una persona, levantarme angustiada por las imágenes, hasta llegar a pensar que hay mensajes ocultos, que hay personas que intentan comunicarse o algún aspecto de mi vida no va bien y mi cerebro intenta gritarlo. 

    Pero, fuera de los convenios de argumentación de impulsos que hacemos con nuestro cerebro, ¿existen realmente esas señales que tanta fama tienen? ¿Hay que estar atentos a esas pequeñas cosas que se nos escapan? ¿o solo vivimos buscando un sentido externo a nuestras acciones? Sobre todo a las que nos pueden representar un sufrimiento. 

    Todo acontecimiento que llega a nosotros en forma de mensaje puede provenir de distintas dimensiones dependiendo de las creencias propias, así para algunos el cielo y todas sus variantes son el mensajero, para otros las energías, el universo, para otros tantos son comunicados de vidas pasadas y para un grupo no reducido simplemente no existen y optan por el escepticismo. Quizás somos menos responsables al dejar el peso de nuestras acciones en algo que no vemos. Quizás también depositamos el dolor de las consecuencias de esas acciones en un más allá incierto. ¿Por qué en otras ocasiones captamos repetidas veces esas marcas que se nos presentan y sin embargo decidimos ignorarlas? Elegimos nuestro propio dolor y cómo vivirlo.  

    Si de algo estamos seguros es de no estarlo de nada. No hay misterio más real que nuestra propia existencia mediada por las emociones. Incluso el mundo que habitamos es un mundo que solo existe en nuestra mente, por lo tanto esas señales podrían ser sólo existentes a nuestros ojos y adaptadas a nuestras necesidades. El hecho de que exista un algo que nos observa, maneja y acomoda por medio de pistas, el hecho de que todos nuestros movimientos tengan un por qué ajeno a nuestros ojos me resulta una idea un poco idealista valga la redundancia. Pero inevitablemente, siempre vuelvo a creer en ese algo indistintamente de hacerle caso o no. Son sutilezas que nos impulsan a elegir.

    Para escribir esto me puse a leer distintas posturas acerca del tema. Buscando me topé con una nota que mencionaba al universo como un padre: nos da libertad, de vez en cuando nos advierte, hasta que esas advertencias pasan a ser señales muy fuertes de salida. En esa misma nota el autor desarrollaba estrategias para detectar al universo hablando. Entre ellas, dos me gustaron mucho: no todo son señales porque si todo lo que pasa fuera un mensaje divino todo terminaría por ser nada. Y, que no podemos quedarnos sentados esperando esas pistas, tenemos que decidir por nosotros. 

    En los momentos de desesperación tomamos cualquier cosa como una señal, entonces, ¿No seríamos nosotros los que nos estamos auto salvando al crear nuestras propias interpretaciones? Es en uno mismo dónde encontramos una respuesta válida proyectada en el exterior. Perdemos el tiempo buscando cosas en el afuera cuando en realidad todo mensaje proviene de adentro, ya sabemos la respuesta que conduce a una acción, solo necesitamos una aprobación externa. 

    Me lleva a pensar que todo se resume a nuestra capacidad de escucharnos. No existe un libro escrito, un sendero marcado con bifurcadas posibles, no es real ese mago operando desde arriba nuestras vidas. Pero, tampoco niego estas cosas por completo, al final del día buscamos a que aferrarnos para dar un sentido a la vida.     Si aferrarse a las señales es el medio para una meta de sanación, todos los seres humanos deberíamos hacerlo. Si los síntomas del universo en los que creemos nos impulsan a cambiar aquello que no va bien en nuestras vidas, deberíamos escucharlos. Una vida sin búsqueda de razones podría ser una vida estancada en lo lineal. 

    Por mi parte elijo ver los autos rojos, los focos titilantes, los sueños vividos que me despiertan de un salto e interpretarlos como mi propia voz pidiendo ayuda, diciendo hasta acá llegamos. Los abrazo y agradezco como señales que indican que siempre se puede cambiar, empezar de cero y accionar. Espero con los años no volverme una persona no creyente, porque creer es la mayor señal interna y el mayor pedido de ayuda que podemos darnos a nosotros mismos. 


Isabella Brosio.

 

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