Cambiar las narrativas.

  


     
Hay temáticas que me indignan al punto de sentirlas propias, y es que en algún punto son propias, para ella, para mí, para todas. Quizás el punto más alto de la violencia estética es la modificación por intervención quirúrgica. Pero ¿cómo se llega a eso? No es únicamente por lo narrativo inculcado por la cultura de acuerdo a como debemos vernos. Destacando que los cánones han ido variando año tras año con la promesa de que vamos a cambiar como sociedad, y el cambio se sigue realizando a favor de los estándares, escondidos en la mentira de que ya no están. 

    Empezando por la ropa (la diversidad de talles inexistente), el maquillaje, las uñas postizas, la depilación definitiva que promete belleza sinónimo de no pelos, los tratamientos del levantamiento de glúteos e incontables herramientas que poco a poco van moldeando las ideas y el cuerpo (y quien escribe reconoce que recurre o a recurrido a métodos de ese tipo). Y no, la cuestión no es juzgar a quien interviene quirúrgica o superficialmente su cuerpo, cada quien es dueño de decidir qué hacer. El interrogatorio es, ¿hacerlo por una misma o hacerlo para cumplir con la narrativa? Escuchaba esta mañana un programa de radio en el cual me detuve ante una frase "cuando un varón va a salir te dice, bancame que me visto y salgo. Ahora, cuando una mujer va a salir dice bancame que me arreglo" ¿Arreglarse? Qué es aquello que está roto y hay que arreglar, reconstruir. Y es que parece que no basta con simplemente ser, además hay que colocarse una máscara para salir al mundo. 

    Si bien no solo las mujeres son víctimas de violencia estética, son mucho mayores las exigencias puestas sobre ellas que sobre varones. Desde pequeñas, se crea la idea en la mujer de que ser mujer es sinónimo de feminidad, representaciones difundidas por medios de comunicación, la publicidad, el hogar e incluso las instituciones educativas. Por otro lado,en el mundo digital y globalizado en que habitamos, mujeres y niñas reciben constantemente presiones de cambio mediante las redes sociales. Y más aún si hablamos de mujeres expuestas públicamente, que deben ‘’actualizar’’ todo el tiempo lo que hacen,la imagen que muestran y conservar sus cuerpos de 20 años intactos para continuar dentro de la industria y no quedar obsoletas. Exigencias que no son tan comunes en varones del espectáculo.

    La belleza duele, la belleza tiene un costo, una frase replicada y aplicada: la exigencia es agotadora y desde que nacemos está naturalizado el esforzarse para cumplir. No solo con la belleza física, con las actitudes, roles y ni hablar de la juventud como eje a mantener. 

    ¿Que tan vacíos, aburridos, enojados, resentidos tenemos que estar para descargar la insatisfacción propia en la crítica al cuerpo ajeno? ¿Que pasa por la mente de las personas que vagando por instagram deciden poner un comentario machista, gerontofobico, gordofobico en una publicación? 

    Incluso ante la revelación de quienes se manifiestan en contra de la critica a los cuerpos, la respuesta siempre suele ser la misma ‘’no exageres’’, ‘’ya salto la feminista’’, ‘’en mis tiempos te decían algo del cuerpo y no te afectaba’’, ‘’que susceptibles son hoy en día’’ ,cuando de hecho, no debería ser una cuestión de posturas, generaciones ni ideologías, debería conformar el sentido común colectivo, los valores no son un tema de bando.  

    Personalmente, me he encontrado muchas veces en la situación de remarcar respetuosamente a mi entorno que ciertos comentarios ya no van más, que no hay necesidad de hablar de otros cuerpos y ante la respuesta negativa una opta por callar. Y es en el silencio donde se siguen reproduciendo las formas discriminatorias. 

    Esto no es un texto altruista ni una muestra de verdad. Somos seres en constante equivocación y cambio. Es una reflexión dirigida no solo a las mujeres para quienes siempre va dirigida la búsqueda de cambio y solución ante las injusticias (un tema para tratar en otro texto), es una reflexión a los medios como mayores poderosos de repartición de ideas, a las familias, a los varones, las instituciones educativas. Es una forma de apoyo a nosotras y es que el cansancio tiene límites.

Isabella Brosio.


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