Sacar de aquí lo indeseado, limpiar el alma.

Esta pequeña creación es un intento de cuento de terror o suspenso, espero lo disfruten y como siempre espero comentarios y aportes. 



    Podía jurar que me seguía con la mirada. Sus enormes ojos verdes en la compacta e imponente pared me incomodaban dulcemente. Sus cejas color miel en la pintura generaban en mí una sed de caramelo. Esa risa meliflua y tintineante pero silenciosa, que solo yo lograba oír. Podía jurar que me miraba, que esos grandes oculares verdosos no me quitaban la vista de encima en cada visita al museo.

    Una pintura vetusta de pintor incierto que al parecer solo llamaba mi atención dentro del inmenso espacio de arte. Yo juraba que conocía a esa mujer, quizás de mis sueños, de otra vida o de esta vida pero sin recuerdo de ella. Con observar ese cuadro de antaño comprendía cada pesar de su protagonista aun sin saber su nombre u origen. ¿Quién era? ¿De dónde la conocía? ¿Por qué nadie más se detenía a consolar sus penas? ¿Por qué para el resto de los mortales era tan insignificante? ¿Por qué para mí era todo?

    Cierta mañana de Agosto la visite buscando descifrar el lazo que nos fundía. En la esquina de la misteriosa obra añosa pude leer una deprecación ferviente y suplicante, un pedido de auxilio en lo que parecía ser latín: ‘’Aufer invitum hinc, munda animam’’.

‘’Sacar de aquí lo indeseado, limpiar el alma’’

Sentidos e interpretaciones diversos y heterogéneos.

    Aquel mensaje llenó mi sistema de ansiedad. En un acto desesperado recurrí al encargado del museo que atónito con mi reacción no hizo más que tomarme como una persona aficionada a las artes a tal punto de perder la cordura. Camine por los fríos y tristes pasillos del edificio durante horas intentando descifrar aquel recado misterioso. Quizás era una metáfora confusa o una tira de papel con palabras sabias proveniente de una galleta de la fortuna china.

    Limpiar el alma. Repetí sin cesar en el transcurso a casa mientras pateaba una piedrita que me acompañaba. Sacar de aquí lo indeseado. Pensé al recostarme hasta que logre entrar en un sueño profundo en el que me atrapó una imagen borrosa de aquella obra de arte.  

    Salte de la cama a media noche al oír el susurro lejano de las palabras en latín que atormentaron mi jornada ‘’Sacar de aquí lo indeseado, limpiar el alma’’. Quién y por qué las susurraba en mi oído. Quizás un espíritu o una alucinación creada por mi inconsciente. Quizás aquella mujer de piel pálida y mirada intensa no era solo una simple pintura en la pared.

    Sus palabras comenzaron a oírse cada vez más fuertes dentro de mi cabeza acompañadas de una risa con poco dulzor, una risa tenebrosa diferente a la que recordaba. Me calcé las pantuflas marrón café temblando de miedo o tal vez de desespero. En el living la vi por primera vez fuera del marco en el que acostumbraba apreciarla. No tan agradable y más oscura. Parada pero sin los pies en el suelo, no percibí en ella maldad alguna, poseía una energía incomoda que me puso la piel de pollo en el instante que se acercó, pero al mismo tiempo llenó de paz mi espacio personal.  

    Tomó mi brazo lentamente y acaricio mi mano a la par que gritaba aquella frase insoportable. ¿Era un sueño? Los muebles comenzaron a quebrarse por la mitad, las ventanas crujían y su cantar terrorífico persistía. Me apretó con fuerza ambas manos. Observe como una lágrima de sangre corría por su mejilla. Sus deslumbrantes ojos color oliva reflejaban una tristeza y penar excesivos. Eliminó mi presencia de la suya, tomó una radio anticuada que se encontraba en un modular más anticuado aún, abrió la puerta y salió por ella casi volando, sin despedirse y dejándome con las pupilas secas y los parpados inmóviles por unos minutos.

    Todo se volvió silencio. Ya no había en mi sensatez alguna. Perdí mi fortaleza junto con mi instrumento preferido para escuchar tangos clásicos, pero al menos todo había vuelto a la normalidad. O eso pensaba.

    Algunas semanas después de aquella noche lóbrega, tome coraje y decidí encaminar mis pasos al museo. Un espejo sucio y roto me recibió en lugar de la visitante misteriosa.

Nunca existió tal pintura, tal dama triste de ojos verdes no es real.

–Viste tu reflejo, todo este tiempo viste tu reflejo en el espejo.- me convencieron los empleados del establecimiento con tal de quitarme de encima y no soportar más mis preguntas alocadas.

    Me convencí de aquella historia con tal de recuperar la seguridad. Introduje en mi cerebro la realidad a la fuerza y suprimí el mensaje en lengua romántica que tanto manipulo mis pensamientos durante días y noches. Comenzó a chispear.

   Regrese a mi morada buscando descansar de tan ocupados y complicados días. Al llegar me espantó un viento forzudo que empujo mi delgado cuerpo dejándome caer en la tierra húmeda por la lluvia. Entré de puntillas sin hacer mucho escándalo y ahí sobre el sillón beige estaba ella ¿o ahí estaba yo? Con un aire de cambio y renovación espiritual presionó suavemente la tecla de mi antigua radio desaparecida por jornadas. Sonrió amablemente y esta vez sí se despidió. Me besó la mejilla y las manos. En el artefacto musical sonó una melodía embriagante que escoltó su excursión por la puerta ‘’Aufer invitum hinc, munda animam’’.

Nunca más la volví a ver. 

Isabella Brosio

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